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La reina de mis mariposas. 2ªP.

La reina de mis mariposas : El momento de las primeras palabras


Cada vez que la voz de Michelle me iba embriagando, más atónito me quedaba. Yo solía reírme da la trama de las películas adolescentes que tratan sobre la típica chica especial y diferente que se hace notar entre el resto. Pero esta vez, la ficción parecía convertirse en realidad y aunque no esté diciendo que Michelle sea una semidiosa venida de los cielos y colmada de irrealidad, sí que veía en ella un toque mágico, algo que no había sentido jamás. Era un cariz único que brillaba por sí sólo.

Pero claro, hasta escuchar su voz pasaron unas semanas. Yo soy un chico bastante cortado y tímido y no llamé a Michelle hasta pasado un mes de empezar a conocerla. Me siento orgulloso de conocerla tan despacio, poco a poco, más que nada porque a veces peco de impulsividad y luego me arrepiento.

Lo primero que le escribí fue que era el tipejo raro al que había dado su número:

-Hola, no sé si sabrás quien soy, pero me encantó el papel que me dejaste y me sabe mal haberme quedado tu horquilla, al ser Navidad tampoco sé cuándo te volveré a ver.- En el fondo yo no quería que las mariposas escaparan y volvieran a su dueña, deseaba tenerlas ahí, libres, revoloteando por la habitación mientras las alimentaba de cerezas.

Recuerdo que tardó unas dos horas en responder, y fue alrededor de la una de la madrugada cuando vibró el móvil. Creo que en ese momento unas cuatrocientas estrellas fugaces cayeron del cielo, alumbrando mi sexto piso, como si fueran una advertencia de que algo hermoso iba a suceder:

- ¡Hola! Sí, perdona ser tan extravagante. Es que desde el primer momento en que te vi me llamaste la atención y no sabía cómo dirigirme a ti, así que opté por este medio tan inusual. Siento si igual te ha molestado o te ha parecido atrevido que una extraña te dejara su número. Créeme en que no estoy mal de la cabeza, ni soy una máquina de ligar, ni voy dando mi número a todo el mundo, pero no sé, en mi interior necesitaba entrar en contacto contigo.-

Me sorprendió porque ponía una cara sonriente por frase y me preguntaba si realmente estaba sonriendo: si me estaba hablando a oscuras en la habitación, o mientras se preparaba un vaso de leche con cacao en la cocina, cepillándose su cabello rubio, a veces más castaño y otras más pelirrojo en el baño, o quizá estaba asomada en su balcón tras cantar la canción de la medianoche. En cualquier situación posible me habría gustado que en verdad sonriera. Yo sólo la había visto medio sonreír en alguna conversación que tenía con el móvil por la mañana, o cuando ayudaba a alguna persona mayor a entrar en el autobús y realmente, aún con esa media sonrisa, hacía la competencia  a todas las farolas de la calle.

-No te preocupes, yo también sentía esa necesidad, como un nosequé que me decía que tenía que hablarte, pero no encontraba el valor para ello, de hecho en persona casi siempre me corto más, pero mediante las palabras escritas puedo encontrar esa tregua con el mundo y el miedo que me hacen sacarme a mí mismo de mí.

Estuve pensando si había sonado demasiado profundo o enrevesado, pero como ya lo había enviado no podía hacer nada. Cuando mis padres o mis abuelos tenían mi edad podían rehacer mil veces la carta que querían enviar, pero yo sólo tenía un intento, casi instantáneo, para expresar la marabunta de ideas de mi mente.  Tras esa idea mi imaginación empezó a divagar nuevamente  e imaginé una Michelle en los años setenta con plataformas y un vestido de lentejuelas rojas bailando David Bowie, y luego a una Michelle en los años veinte con una boquilla, guantes largos, y el peinado degrafilado, acto seguido me vino a la cabeza  una Michelle con peluca, espolvoreada de blanco y con un vestido largo encorsetado mientras leía un libro mecida en un columpio del jardín. Sonreí al darme cuenta de que la Michelle que veía todas las mañanas era una síntesis de todas esas Michelles de diferentes épocas y me gustaba la idea de combinarlas a todas, como si fueran piezas de puzzle que formaban lo que era ella.

Como no voy a citar todo con todo detalle, podría concluir en que Michelle era tan compleja que todo lo que había ido entreviendo hasta ahora no era más que media pieza del puzzle que la definía.


Sophia...

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