Nuevas hojas anuales...
Y los años pasan más rápido que las puestas de sol. Poco a poco voy abandonando lugares, personas, costumbres, vicios y tentaciones. A su vez, el tiempo intrascendente me trae nuevas oportunidades, aprender de ellas y aprovecharlas es mi objetivo para el año nuevo.
Desde mi ventana veo cómo el viento mueve los árboles y contemplo que lo que está pasando afuera es una situación similar a lo que sucede en mi interior. Las hojas de mi vida van cayendo y se acumulan en el suelo de mis pensamientos, como la vieja hojarasca del año anterior. Sin embargo en mis ramas sigue corriendo sangre joven para crear nueva vida en tiempos no muy lejanos. Ahora el amor me llena de esperanza y sé que si tengo a mi cómplice demonial a mi lado todo saldrá perfecto.
Van pasando las horas, el tiempo la de este año se me acaba. La verdad es que no puedo decir que no he vivido muchas experiencias, algunas dignas de recordar y otras repletas de arrepentimiento. Aunque no me importa haber cometido errores puesto que así sé qué no debo hacer en los próximos meses.
La verdad es que tengo miedo. Miro expectante y algo avergonzada mi pasado, intento vivir como una viajera en un lugar desconocido mi presente y oteo el futuro con una pizca de valentía y otra de terror.
Creo que me preocupo demasiado, puesto que pese a que ahora el viento sople fuerte y no haya flores en mí, sé que la primavera está cerca, y con ella el verano, continuado de un tiempo otoñal en el que empezar a vivir nuevamente… En esas estaciones tengo que cumplir lo que me he prometido, además cogida de tu mano y te preguntarás: ¿Cuál es el propósito del año que empezará en apenas unas horas? Carpe Diem. Aprovechar el momento, con la diferencia de que quiero que este perdure…No abandonaré el camino, seré fiel a mis sentimientos e ideas y esta vez, en este tiempo que me espera, no me dejaré manipular. No dejaré que arranquen las hojas de mi árbol plateado ni que me arañen el tronco.
Gracias por los años que he pasado y deseo de todo corazón que los que lleguen no contengan ni una lágrima, y si las hay que estén colmadas de felicidad y de te quieros.
Sophía