Canela en Rama
Canela en Rama:
1. Lavanda:
Sonaron las
campanillas de la puerta y una brisa de aire fresco penetró en tus pulmones
cansados de la contaminación, el humo y el caos de tu mundo exterior. Parecía
extraño que el interior de una tienda pequeñita de madera pudiera contener ese
aroma que relajaba el alma y alentaba el espíritu.
Todo estaba
tranquilo.
Antes de decir nada te dejaste invadir por esa fragancia a hierbas
secas, evocándote a aquellos atardeceres corriendo por los campos de lavandas a
las afueras del pueblo, en los que tirabas la bicicleta al suelo, rozabas con
tus manos esas plantas que olían tan bien, huías de las avispas y perdías la
noción del tiempo.
Y aunque siempre te manchabas los pantalones y papá te reprendía, lo compensabas con un ramo para el jarrón de flores del salón. La sonrisa de mamá cuando rozaba los pétalos con sus manos suaves e impregnadas de perfume de lavanda, merecía la espera de cualquier primavera.
Y aunque siempre te manchabas los pantalones y papá te reprendía, lo compensabas con un ramo para el jarrón de flores del salón. La sonrisa de mamá cuando rozaba los pétalos con sus manos suaves e impregnadas de perfume de lavanda, merecía la espera de cualquier primavera.
Sin querer se
cerró la puerta de un portazo y las campanillas volvieron a sonar haciéndote
regresar de tu ensoñación, no sin provocar cierta nostalgia en tu interior. Sin
embargo, no apareció ninguna persona para atenderte y diste unos pasos más
hacia adelante volteando los ojos de izquierda a derecha.
Había una vitrina
repleta de cajas con ventanas de acetato: dentro de las cajas parecía haber
cientos de hierbas perfectamente organizadas con sus nombres escritos en el
lado frontal. Al otro extremo, dos
estanterías con ramilletes secos, tarros con cintas y etiquetas, libros medicinales, y botellitas de cristal con tapón de corcho, que contenían aceites esenciales de múltiples colores,
En cada esquina
de la tienda había columnas de madera tallada con formas orgánicas
entrelazándose y cruzándose de forma armoniosa. Te acercaste a las columnas y
te dio un vuelco el corazón cuando pareciste descubrir un secreto: bajo cada
ornamentación había hadas y duendes pequeñitos tallados como si de un árbol
mágico se tratara, y tanto en la parte superior como en la inferior de las
columnas, había flores secas enredadas con pedazos de alambre.
Avanzaste hacia
la mesa central, también de madera y con motivos vegetales tallados en los
laterales, pusiste tu atención sobre una vieja caja registradora que parecía sacada de una película histórica. También había un libro cuentas, uno de esos botecitos transparentes con aceite esencial de color lila y un
puñado de flores de lavanda desprendidas por toda la mesa.
Aunque
aparentemente parecía una mesa desordenada, daba la impresión de que cada
pequeño detalle estaba cuidado al máximo, provocando que la herboristería adquiriera
un cariz ilusorio, tanto que por un momento parpadeaste dos veces para
cerciorar que no te habías adentrado en uno de los bosques de tus viejos
libros de fantasía…
Sophie
Sophie