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El ladrón de mi ciudad:


El ladrón de mi ciudad:

Hoy Zaragoza está preciosa, triste y melancólica. Hace frío y llueve con intensidad en este inclemente invierno.

Las personas pasean por las calles con la habitual negligencia de un aragonés en una tarde lluviosa. Los sentimientos desesperados buscan la luz y no la encuentran. El cálido sol se ha ido y ahora las nubes son las únicas que cubren mi hogar.

El camino a la estación es corto, provisto de grises aureolas de brisas. La llegada es neurótica, el tren se mueve y el tiempo pasa.

La ciudad se va quedando atrás y la miro por la ventana, enajenada, enamorada de ella; suspiro y al fin desaparece.

-¡Hoy Zaragoza estaba preciosa!- Escucho detrás de mí. Me giro y veo cómo un hombre piensa en alto.

-Tiene razón- le digo. Asiente el caballero, me vuelvo a girar.

en un túnel, me percato de que he perdido mi ciudad y con ella mi corazón ha desaparecido... La lluvia lo ha borrado, el hombre me lo ha robado.

Sophía

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