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Desespero anhelante de vidas superfluas, origen de ciertos momentos, en que, los sutiles guerreros del Parnaso, obtuvieron en generosa ambición los desvelos de un día de hoy.
Sutilezas muertas de paraísos perdidos, órdenes satíricas de lúgubres cementerios, obsesiones malditas que hoy en la inocua ambigüedad de mis pensamientos, urdís renqueantes el sabroso dolor de mis sentidos.
Adormecidos y adúlteros olvidos sepulcrales, que un día, por despecho y desasosiego de mi alma, entretejisteis la amarga hiel de mi corazón hundido. ¡Ay! atardeceres muertos que en plena sobriedad de mis males, vinisteis como ánfora repleta de oro a acariciar los más vivos de mis sentidos. ¡Oh! amor que diste a mi alma el yo que la define, el ser que la alimenta, y la fuerza de seguir, si bien, también felices, en la aurea de este mundo repleto de sinsabores. Acariciante mar de dulzura, haces de mis dolores la calma de mis ambiciones. Dichosos días de sueños divinos, argumentados en tu existir. Te doy las gracias, ¡oh! Amor por hacer de este cuerpo un ser vivo y con sentimientos.

David

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