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A veces, sólamente a veces.

La reina de mis mariposas:
A veces, sólamente a veces. 
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El tiempo avanzaba deprisa, el tiempo corría, el tiempo volaba, el tiempo... el tiempo parecía perderse en la velocidad y yo parecía perderme en la irrealidad. ¿Cuánto tiempo pasaba con Michelle? ¿Pasaban segundos, minutos, horas, días, meses, años, lustros? Con Michelle todo parecía incoherente, el tiempo parecía no tener sentido, a veces se paraba y cuando salíamos de nuestro rincón secreto era de noche, a veces de día, a veces... a veces no había ni atmósfera.

Todo parecía cambiar muy rápido: las clases, las modas, la política, los planetas, las teorías científicas, los artículos en el periódico, la tecnología... todo. Todo menos mi visión del mundo: la magia que mis ojos percibían estaba intacta, daba igual el cambio, siempre había fantasía. Todos los días tenía que ponerme la armadura, salir de mi morada, derrotar dragones, atravesar laberintos, esquivar a las brujas y a las pistas falsas que caían de los tejados; todos los días volaba con mi hada, todos los días en los que la vida no nos cortara las alas de la imaginación.

Las mariposas... las mariposas vuelan, a veces vuelan demasiado bajo y se confunden con las hojas del otoño, a veces vuelan tan alto que se confunden con las estrellas. Michelle, Michelle volaba, pero yo nunca la confundía. No podía camuflarse de mi mirada. Michelle volaba en mis ojos cuando se reflejaban en los suyos, volaba, volaba en ese universo de color verde, rojo, gris, negro y blanco... Volaba, con sus alas plateadas, con el cabello de fuego y con su sonrisa de cereza; la reina de mis mariposas podía rozar la luna simplemente levantando los brazos, podía llegar al infinito del tiempo, y podía hacer que mi corazón latiera con el simple desplegar de su magia.

Sophía

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